La idea para el primer día era la de reconocer un poco el terreno e ir preguntando por las agencias locales las cosas que se pueden hacer en la isla, así como averiguar como trasladarme entre las tres principales.
Durante el desayuno entablé conversación con una pareja de argentinos, Claudio y Alejandra, que estaban igual que yo.
Habían llegado a la isla sin nada preparado y sin saber muy bien que cosas son las más aconsejables para visitar. Así que después de charlar un rato, decidimos tomar los tres un taxi y que nos alcanzara hasta la entrada del sendero que conduce conocida playa de La Lobería de la Isla de San Cristóbal.
Un sendero cortito, de poco más de medio kilómetro de longitud, salpicado por las negras iguanas marinas y muchas lagartijas de lava que habitan todas las islas Galápagos, nos condujo hasta una pequeña playa virginal de arenas blancas.
Esta playa de La Lobería, en otras épocas del año es un lugar de encuentro para los amantes del surf, pero en octubre no había ni un alma aparte de nosotros tres y algunos leones marinos.
Dejando atrás la playa, un sinuoso sendero con un paisaje volcánico adornado con bajo matorral, idéntico a como eran las antiguas islas Canarias y que aún es reconocible en la actualidad en muchos de nuestras playas, continúa otro kilómetro más bordeando la accidentada costa hasta un cartel indicativo de que de ahí en adelante está prohibido seguir.
Hay que recordar que cada una de las tres islas Galápagos habitadas, cuentan con un único asentamiento humano, y que en el resto de la isla está prohibida la accesibilidad. Solamente se puede llegar a determinados puntos de costa en barco pero tampoco se puede adentrar en la isla por allí.
Las islas Galápagos son un Parque Nacional protegido de la actividad humana por fuertes medidas restrictivas hacia la especie invasora más destructiva del planeta.
El clima es muy ventoso y hay mucha maresía por lo que el lugar es idóneo no solo para las iguanas, sino también para las grandes aves planeadoras de las islas como fragatas o gaviotas.
Entre las caletas de la orilla descubrimos a una tardía leona marina con su cachorro de poco más de un día de vida.
Este lugar recibe el nombre que tiene porque es el lugar donde las madres alumbran y dejan a sus cachorros el tiempo necesario para que crezcan y se desarrollen hasta que puedan salir a nadar junto con los adultos.
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